Una vez concluida la jornada
electoral para el cargo de Gobernador del Estado de Quintana Roo, han comenzado
los festejos por una parte y los reclamos por la otra.
El festejo del equipo de Carlos
Joaquín quienes durante los 60 días de campaña se vieron atacados con guerra
sucia, ridiculizados en redes, subestimados por algunos, hoy demuestran la
alegría al tener un triunfo contundente y ser parte de un hecho histórico con
la alternancia.
El equipo perdedor, que en este
momento no puedo decir quién lo encabeza porque se han deslindado algunos,
señalando errores de estrategia, culpando de falta de “lealtades” y los invade una incertidumbre ya que ninguno quiere asumir la
responsabilidad y simplemente se habla de un Partido, el PRI.
Quienes piensan que la debacle
del PRI en Quintana Roo fue el 5 de junio se equivocan pues este Partido ya se encontraban
en una descomposición absoluta que este día solo se confirmó. Las dirigencias
acusan a la falta de lealtad, de compromiso, de simulación que “dejaron sólo al
candidato”. Pero no es así, fue el PRI de Q.Roo, el que dejó a un lado a sus militantes desde
hace muchos años, no se preocupó por la autocrítica
y se convirtió en un grupo de alabanzas a quien ostentaba el poder esperando
obtener mediante el halago un lugar por muy pequeño que sea en este tan
concentrado y arbitraria élite.
Difiero de lo que sostiene
Ricardo Anaya, pues la victoria en Quintana Roo, no fue del PAN, fue de Carlos
Joaquín quien encabezó este proyecto y que se ha mantenido en el compromiso de
no ser un gobernante partidista sino ciudadano. No aumentó la fuerza del PAN
solo lo posicionó. Tienen los militantes que en este proceso se vieron
favorecidos, dos años para demostrar sus capacidades y liderazgos.
Este proceso no es sólo la derrota del PRI, sino del grupo
en el Poder que sus integrantes nunca han sido militantes con convicción y
tampoco gobernaron con los principios de democracia y justicia social. Y lejos de ser el rector ideológico fue sumiso
instrumento de idolatría, aplaudiendo los
abusos de los personajes que se encumbraron en la Administración pública y con candidatos
a modo, por compadrazgos, intereses, filias e imposiciones.
El PRI Estatal no tuvo líder, tuvo un dirigente egocéntrico y ególatra sin
estrategia ni visión, sin conocimiento y cómplice de intereses de pocos en detrimento de la
ciudadanía.
No fue por la errónea decisión de
elegir a un candidato con pésimos antecedentes y resultados como funcionario;
tampoco por una campaña de guerra sucia la cual se revierte, menos aún por haber
querido utilizar a la fuerza laboral del Estado como instrumento en el Poder.
La derrota del PRI es el triunfo ciudadano que encontró en Carlos Joaquín el
líder que garantizó poner un alto a los abusos de los gobiernos de Félix y
Borge. Que ha prometido analizar las cuentas públicas, impedir que continúen
los saqueos, replantear las políticas públicas, hacer una verdadera división de
poderes y lo más importante otorgar la libertad de expresión para los
quintanarroenses.
Quienes hoy piden respeto a
militancia no lo tuvieron en sus ataques de calumnias, muchos que fueron y
siguen siendo cómplices de un gobierno dictatorial y sin sentido social donde
para obtener un espacio de expresión o privilegio debías dejar a un lado tu
integridad personal y soportar la humillación de perder las libertades mediante
amenazas.
Sin dudarlo la ciudadanía llena
de hartazgo y conociendo que el único momento para expresarse es el voto,
demostró que tienen memoria y dignidad.
La tarea no será fácil,
reconstruir un Estado en crisis y saqueado no podrá ser en pocos días, pero con
voluntad es posible. Me queda la satisfacción de saber que en mi tierra
Quintana Roo, hemos despertado y seremos vigilantes de un buen gobierno,
dejaremos de ser serviles. Este para mi es el gran e histórico logro del 5 de
junio de 2016.
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