¿o cuál es más de
culpar
Aunque cualquiera mal
haga:
la que peca por la paga
o el que paga por
pecar?
Sor Juana Inés de la Cruz.
Una vez que ha pasado el día
Internacional de la Mujer, de los reconocimientos, de los discursos de supremacía
que en ocasiones más parecen un alarde de una cultura machista que a un real
entendimiento del tema; vuelve todo a la normalidad, es decir, a la pasividad
excepto en las y los feministas que sin
importar el día continúan en la lucha para lograr la igualdad.
En este tema, luego de ver las
diferentes maneras de conmemorar el día y los compromisos que se asumen, me
encuentro con la dignificación de la mujer en su condición de ser humano. Veo
la admiración a las mujeres que han logrado posicionarse en la política, a
quienes destacan en el ámbito empresarial, en el ámbito académico, la defensa
de las mujeres en condiciones vulnerables como la pobreza, violencia o en las
comunidades indígenas.
Sin embargo, pese a este discurso triunfalista nadie ha
hablado de las olvidadas, de las mujeres invisibles, de las que la “moral”
niega su existencia.
Me refiero a las trabajadoras
sexuales. He de puntualizar que hablaré de aquellas que por voluntad personal
han decidido ejercer como medio de subsistencia y trabajo la prostitución,
puesto que el tema de trata de blancas, proxenetas o esclavitud sexual debe ser
considerado en otras condiciones.
Contrario a lo que se piensa, no
existe impedimento para el libre ejercicio de esta actividad. La constitución
garantiza la libertad de tener una actividad lícita. El Código Penal no lo
considera un delito y en 2014 un Juzgado Administrativo reconoció que la prostitución
es labor sexual sin que exista por su
propia connotación una prohibición Constitucional.
Esta resolución marcó un precedente
importante en el ámbito jurídico pero pasó inadvertido en el entorno social.
El reconocimiento a su trabajo y
respeto por la libertad de decisión de cada una (hablado en este caso en
especial de las mujeres) es el primer paso para poder liberarlas de la
vulnerabilidad en la que se encuentran. Para poder integrar a las políticas públicas
los derechos a la educación y salud sexual, liberarlas de la extorsión de parte
de las autoridades y sin duda contribuyen a la lucha en contra de la
explotación y esclavitud de muchas mujeres.
En el discurso cuando se habla de
los derechos de las mujeres invariablemente se omite a las trabajadoras
sexuales y esto porque el reconocimiento a las mujeres lleva también implícito un
juicio moral personal de quien lo pronuncia.
De manera silenciosa nos
convertimos como sociedad en un tribunal con señalamientos de conducta y
proceder moral más que legal.
En noviembre en el mes que se ha
determinado como de lucha en contra de la violencia de género se anunciaron
varias actividades, platicas, conferencias, repartían folletos, lacitos
naranjas, fotos con las manos pintadas para la selfie, pero no vi a nadie
acudir a los burdeles, cantinas a las zonas rojas para acercarse a las
trabajadoras sexuales.
No encuentro acciones en los
Institutos de la Mujer o el DIF que ofrezcan apoyo para el cuidado de los hijos
de las trabajadoras sexuales para
horario nocturno y para integrar
a estos niños también como parte de una sociedad, porque no solamente ignoran a
esas mujeres también olvidan que son madres.
El empoderamiento de la mujer en
la vida política tiene también como finalidad que ellas, las que acceden a
cargos públicos, aborden estos temas de
manera frontal, directa, rompiendo estereotipos y con el compromiso de luchar
en pro de la igualdad de derechos y la no discriminación.
Pese a que hemos avanzado en este
sentido no he visto al menos en mi tierra en Quintana Roo, a una mujer
funcionaria pública, juzgadora, integrante de los numerosos “voluntariados”
gubernamentales, diputadas o regidoras abordar este tema. Mucho menos he visto
voces que se pronuncien en su defensa que sean emanadas de quienes por la noche
las contratan y por el día las denigran.
En marzo que se conmemora día internacional de la mujer, hablemos de los
retos de las mujeres y realmente quien se asuma feminista en la defensa de los
derechos, pero algo debe quedar claro las mujeres por las que buscamos una reivindicación
de los derechos no son solo: las madres amorosas, las víctimas de violencia, las
académicas, las emprendedoras, la lucha es para todas las mujeres y en ellas
aunque muchas las ignoran también se encuentran las mujeres alcohólicas, las
adictas, las que se encuentran recluidas en una prisión y por supuesto las
trabajadoras sexuales.
Dejemos a un lado los valores
morales para la individualidad. El silencio frente a los abusos que
constantemente sufren las “mujeres invisibles” es también complicidad.
Y por supuesto, no pretendo que
acudan el 25 de noviembre a regalarles un folleto o un lacito naranja a las
mujeres de la zona roja, pretendo que por lo menos comencemos por no discriminar
y acercarnos para conocer los problemas por los que atraviesan y abrir las
propuestas de cómo proteger su legítimo derecho de trabajar en lo que decidan
sin que la decencia las siga marginando.
Hay muchos temas pendientes en la
agenda del feminismo, la prostitución es también uno de ellos.
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