lunes, 14 de marzo de 2016

La prostitución un tema pendiente en la agenda de las mujeres.








¿o cuál es más de culpar
Aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Sor Juana Inés de la Cruz.


Una vez que ha pasado el día Internacional de la Mujer, de los reconocimientos, de los discursos de supremacía que en ocasiones más parecen un alarde de una cultura machista que a un real entendimiento del tema; vuelve todo a la normalidad, es decir, a la pasividad excepto en las y los feministas  que sin importar el día continúan en la lucha para lograr la igualdad.

En este tema, luego de ver las diferentes maneras de conmemorar el día y los compromisos que se asumen, me encuentro con la dignificación de la mujer en su condición de ser humano. Veo la admiración a las mujeres que han logrado posicionarse en la política, a quienes destacan en el ámbito empresarial, en el ámbito académico, la defensa de las mujeres en condiciones vulnerables como la pobreza, violencia o en las comunidades indígenas. 

Sin embargo, pese a este discurso triunfalista nadie ha hablado de las olvidadas, de las mujeres invisibles, de las que la “moral” niega su existencia.
Me refiero a las trabajadoras sexuales. He de puntualizar que hablaré de aquellas que por voluntad personal han decidido ejercer como medio de subsistencia y trabajo la prostitución, puesto que el tema de trata de blancas, proxenetas o esclavitud sexual debe ser considerado en otras condiciones.

Contrario a lo que se piensa, no existe impedimento para el libre ejercicio de esta actividad. La constitución garantiza la libertad de tener una actividad lícita. El Código Penal no lo considera un delito y en 2014 un Juzgado Administrativo reconoció que la prostitución es labor sexual  sin que exista por su propia connotación una prohibición Constitucional.
Esta resolución marcó un precedente importante en el ámbito jurídico pero pasó inadvertido en el entorno social.

El reconocimiento a su trabajo y respeto por la libertad de decisión de cada una (hablado en este caso en especial de las mujeres) es el primer paso para poder liberarlas de la vulnerabilidad en la que se encuentran. Para poder integrar a las políticas públicas los derechos a la educación y salud sexual, liberarlas de la extorsión de parte de las autoridades y sin duda contribuyen a la lucha en contra de la explotación y esclavitud de muchas mujeres.

En el discurso cuando se habla de los derechos de las mujeres invariablemente se omite a las trabajadoras sexuales y esto porque el reconocimiento a las mujeres lleva también implícito un juicio moral personal de quien lo pronuncia.

De manera silenciosa nos convertimos como sociedad en un tribunal con señalamientos de conducta y proceder moral más que legal.

En noviembre en el mes que se ha determinado como de lucha en contra de la violencia de género se anunciaron varias actividades, platicas, conferencias, repartían folletos, lacitos naranjas, fotos con las manos pintadas para la selfie, pero no vi a nadie acudir a los burdeles, cantinas a las zonas rojas para acercarse a las trabajadoras sexuales.

No encuentro acciones en los Institutos de la Mujer o el DIF que ofrezcan apoyo para el cuidado de los hijos de las trabajadoras sexuales para  horario nocturno y  para integrar a estos niños también como parte de una sociedad, porque no solamente ignoran a esas mujeres también olvidan que son madres.

El empoderamiento de la mujer en la vida política tiene también como finalidad que ellas, las que acceden a cargos públicos,  aborden estos temas de manera frontal, directa, rompiendo estereotipos y con el compromiso de luchar en pro de la igualdad de derechos y la no discriminación.

Pese a que hemos avanzado en este sentido no he visto al menos en mi tierra en Quintana Roo, a una mujer funcionaria pública, juzgadora, integrante de los numerosos “voluntariados” gubernamentales, diputadas o regidoras abordar este tema. Mucho menos he visto voces que se pronuncien en su defensa que sean emanadas de quienes por la noche las contratan y por el día las denigran.

En marzo que se conmemora  día internacional de la mujer, hablemos de los retos de las mujeres y realmente quien se asuma feminista en la defensa de los derechos, pero algo debe quedar claro las mujeres por las que buscamos una reivindicación de los derechos no son solo: las madres amorosas, las víctimas de violencia, las académicas, las emprendedoras, la lucha es para todas las mujeres y en ellas aunque muchas las ignoran también se encuentran las mujeres alcohólicas, las adictas, las que se encuentran recluidas en una prisión y por supuesto las trabajadoras sexuales.

Dejemos a un lado los valores morales para la individualidad. El silencio frente a los abusos que constantemente sufren las “mujeres invisibles” es también complicidad.

Y por supuesto, no pretendo que acudan el 25 de noviembre a regalarles un folleto o un lacito naranja a las mujeres de la zona roja, pretendo que por lo menos comencemos por no discriminar y acercarnos para conocer los problemas por los que atraviesan y abrir las propuestas de cómo proteger su legítimo derecho de trabajar en lo que decidan sin que la decencia las siga marginando.


Hay muchos temas pendientes en la agenda del feminismo, la prostitución es también uno de ellos. 

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